WASHINGTON. Tras iniciar una guerra comercial con China y hacer enfurecer a aliados de Estados Unidos con aranceles al acero, el presidente Donald Trump se prepara para la próxima pelea. Y ahora apunta a un producto en el corazón de la vida de los estadounidenses: los automóviles.
El plan más reciente de Trump es sopesar si aplica aranceles a las importaciones de autos y sus refacciones, un paso que dice ayudaría a los trabajadores estadounidenses, pero que pudiera inflar los precios, hacer menos competitivos los vehículos de Estados Unidos y provocar represalias de otras naciones.
Además, la decisión ha comenzado a provocar reacciones en el Congreso, donde hasta ahora los legisladores han sido renuentes a cuestionar políticas de Trump que están trastocando décadas de políticas de Estados Unidos.
El jueves, productores, abastecedores, concesionarios del sector automovilístico y diplomáticos extranjeros harán declaraciones en una audiencia en Washington para tratar de que no se apliquen los aranceles. Tras la audiencia, el Departamento de Comercio decidirá si declara que los vehículos y las refacciones importados son una amenaza a la seguridad nacional y si recomienda a Trump que imponga los aranceles.
Al anunciar la investigación en mayo, el secretario de Comercio Wilbur Ross dijo: “Existe evidencia de que, durante décadas, las importaciones del exterior han erosionado nuestra industria de autos”.
Pero hasta General Motors, que se beneficiaría ostensiblemente de un impuesto a sus competidores extranjeros, se opone al plan de Trump.
E incluso si se toma en cuenta la guerra comercial del gobierno con China por las prácticas depredadoras de Beijing en las industrias de alta tecnología e incluso tras imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio de los aliados más cercanos de Estados Unidos, los aranceles automovilísticos incrementan lo que está en juego considerablemente: El año pasado Estados Unidos importó 192.000 millones de dólares en vehículos y 143.000 millones en refacciones, cifras que superan ampliamente los 29.000 millones en acero y 23.000 millones en importaciones de aluminio y los 34.000 millones en productos chinos sobre los que Washington ha impuesto aranceles.