La buena salud de la economía, con un sólido crecimiento y un desempleo en mínimos de hace casi medio siglo, junto con la agresiva agenda de proteccionismo comercial impulsada por el presidente Donald Trump, ha marcado la actualidad de 2018 en los Estados Unidos.
Los indicadores macroeconómicos dibujan un paisaje envidiable: el desempleo, con una tasa del 3,7 % en octubre, se encuentra en su nivel más bajo desde 1969, y el crecimiento económico parece destinado a cerrar el año en torno al 3 %.
Todo ello, espoleado por el enorme estímulo fiscal aplicado por el Gobierno estadounidense con el recorte impositivo para las empresas y, en menor medida, para los trabajadores.
A punto de cumplir sus primeros dos años en la Casa Blanca, por tanto, la economía sonríe a Trump, y las advertencias acerca de los riesgos del agresivo proteccionismo, incluida la guerra comercial con China, no se han concretado.
Con Pekín, y tras meses de amenazas y la imposición de multimillonarios aranceles a las importaciones chinas, Trump volvió de la cumbre del G20 en Argentina de finales de noviembre con un acuerdo que sella una tregua tentativa.
“¡Las relaciones con China han dado un gran salto adelante!”, afirmó exultante en su cuenta de Twitter tras su reunión con el presidente chino, Xi Jinping.
Los mercados financieros mostraban su optimismo por la relajación de las tensiones entre Washington y Pekín, Wall Street abría la siguiente sesión con fuertes ganancias y el Dow Jones de Industriales, su principal indicador, subía un 1,23 %, gracias al “alto el fuego” comercial.
“Este acuerdo es otra señal de que el presidente Trump es sensible a las alteraciones financieras y económicas que sus políticas comerciales pueden generar. Esta sensibilidad sugiere que hay límites en cómo puede impulsar estas políticas”, indica en una nota a los clientes el banco de inversión Nomura.
El mandatario se ha anotado, además, la victoria en su renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ahora rebautizado como T-MEC.